Bebés intercambiados al nacer: las desgarradoras historias de cuatro familias argentinas
En San Juan, una mujer recuperó a su hija gracias a su “instinto de madre”. En Concordia, dos mamás recibieron el bebé de la otra: tiempo después se negaron a recuperar a su bebé biológico y se quedaron con el hijo del corazón.
En Brasil retumba la historia de dos familias cuyos bebés fueron intercambiados después del nacimiento en el Hospital de la Mujer, en la localidad de Inhumas, en el estado de Goiás. El caso fue descubierto tres años después, luego de que uno de los padres sospechara de la paternidad y solicitara una prueba de ADN.
En la Argentina, años atrás, hubo historias como la de María Lorena Gerbeno, una abogada de San Juan que en 2013 recuperó a su beba después de descubrir que había sido cambiada por otra al nacer. En su caso, tardó dos semanas en percatarse del error y tres en tener a su verdadera hija entre sus brazos.
Recuperó a su hija gracias a su “instinto de madre”
La mujer había sospechado desde el principio que la beba que le habían entregado no era suya. Según declaró a Clarín entonces, fue su “instinto de madre” lo que encendió sus dudas, confirmadas luego a través de un análisis de ADN.
La beba había sido cambiada por otra que nació el mismo día en el mismo lugar: el Sanatorio Argentino. La madre de la otra beba, Verónica Tejada, también sospechó que algo andaba mal y -en paralelo y antes de conocer la historia de María Lorena- denunció el caso.
Después de la confirmación del error, las dos familias pudieron recuperar a sus hijas biológicas. El Sanatorio Argentino emitió un comunicado en el que asumió su responsabilidad y se comprometió a colaborar con la investigación.
“Hubo muchos errores en el Sanatorio Argentino que fui recibiendo como si fueran señales”, contó Gerbeno, que tuvo que inscribir a la beba, que no era su hija, en el Registro Civil con nombre y apellido.
Y siguió: “La intuición más fuerte la tuve cuando me encontré con una de las dos mamás que podía tener a mi hija en la sala de espera del sanatorio, cuando fui a que me controlaran los puntos de la cesárea”.
La abogada encontró señales en una beba que estaba en brazos de otra madre. “Esa nena tuvo el peso que debía tener la mía; tuvo la bilirrubina alta, como mis otros dos hijos, y yo la vi parecida a los míos cuando eran bebés. Ese día, cuando me desperté de la siesta, me levanté llorando, angustiada, sabía que ésa era mi hija y no la que tenía en mis brazos”, relató Lorena, que entonces tenía 37 años.
Verónica, la otra madre, expresó su felicidad por haber recuperado a su hija, pero también su preocupación por la falta de explicaciones y responsabilidad por parte del instituto médico.
“Cuando me notificaron de lo que había pasado, me destrozaron como madre, fue horrible”, dijo en declaraciones publicadas por Tiempo de San Juan.
En su momento, Tejada relató: “Los días que esperé el ADN fueron los peores de mi vida. Tengo una mezcla de sentimientos muy rara, y a Lorena le debe pasar lo mismo. Hoy siento una felicidad enorme porque disfruto de mi hija, pero es imposible que me olvide de la otra gorda”.
“Habiendo tomado conocimiento de un caso vinculado a la identificación del recién nacido acontecido en nuestra institución y con el objetivo de informar a la comunidad además de acompañar y solidarizarnos con las familias involucradas, damos a conocer lo siguiente: el procedimiento de identificación del binomio madre-hijo, al momento del nacimiento, se basa en procesos estandarizados y normatizados institucionalmente, que siguen las maternidades de todo el país, que tienen por objetivo asegurar la identificación de los pacientes. Nuestra institución está colaborando con todo lo necesario y requerido por los organismos intervinientes a fin de esclarecer lo sucedido, asumiendo toda la responsabilidad que corresponda”, fue el comunicado emitido entonces por la maternidad.
Sus bebés fueron intercambiados al nacer, pero dos familias prefirieron quedarse con el hijo de la otra
En 2000, en Concordia -Entre Ríos- hubo dos familias que demandaron a un hospital por el intercambio de sus bebés. Sin embargo, los padres de ambos decidieron quedarse con sus “hijos del sentimiento”, es decir, con los hijos que no eran biológicamente suyos.
Ángel Gabriel y Soledad nacieron el 16 de agosto de 1999, con minutos de diferencia, en el Hospital Felipe Heras. Fueron entregados a los padres equivocados y cada cual ocupó el lugar del otro.
César Rodríguez y María -tenían 18 y 16 años entonces- llegaron de madrugada a la maternidad, donde horas más tarde María dio a luz a un varoncito. Eso, al menos, le había informado la obstetra. Sin embargo, a la pareja le dieron una nena a la que llamaron Soledad.
Griselda Camacho también fue a internarse y tuvo una nena, según le dijo el médico en la sala de partos. Pero le entregaron un varoncito y ella lo bautizó como Ángel Gabriel.
María y César se percataron del error y reclamaron al hospital. Les respondieron que se había registrado una equivocación en los papeles (en los registros figuraba un varón) e iniciaron el protocolo de reparación de semejante error. Los padres, sin embargo, decidieron hacer la denuncia judicial.
A su vez, Griselda se presentó a los pocos días en la Justicia. La atendió el juez Martín Carbonell y dio inicio a la investigación. Se ordenó secuestrar documentación del hospital, se buscaron las partidas de nacimientos de ese día y se constataron las enmiendas en los registros.
Carbonell ordenó el análisis de ADN entre Griselda Camacho y Ángel Gabriel, y entre María y Soledad. Las pericias concluyeron el 14 de setiembre de 2000 y determinaron la “exclusión del vínculo biológico de maternidad entre ambos”. Un informe cruzado constató la compatibilidad de vínculo maternal entre Griselda y Soledad, y entre María y Ángel Gabriel.
A esa altura, poco más de un año después de ambos nacimientos, ninguna de las dos parejas quiso la restitución de su hijo verdadero. El error ya estaba asumido y el trámite era posible, pero ambas familias decidieron quedarse con el hijo de la otra. Como contraparte, demandaron civilmente al Estado.
“El fárrago de trámites, más el daño psicológico de los padres, son los que motivan el pedido de un resarcimiento -dijo entonces a Clarín el abogado de César y María, Alejandro Giorgio-. Hoy en día todos necesitan tratamiento, grandes y chicos. Tienen que asumir lo que les está pasando. César, por ejemplo, quiere tener relación con su hijo biológico. Para ello, desde ya, va a necesitar mucha ayuda psicológica”.